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El huracán María dejó en evidencia la importancia de la infraestructura natural
Ha pasado ya más de un año desde que el huracán María arribó en Puerto Rico devastando todo a su paso. Con vientos de 155 mph, el huracán categoría 4 no solo arrasó con la red eléctrica y el 80 por ciento de los cultivos del país, sino que también dejó a más de 60,000 hogares sin techo y les arrebató la vida a cerca de 3,000 individuos, un escenario cien veces más grande que lo estimado inicialmente.
Hoy, los puertorriqueños siguen trabajando arduamente para recuperarse del caos dejado atrás por la mortal tormenta, enfrentando obstáculos que van desde escasez de agua potable y cortes de electricidad, hasta epidemias de estrés postraumático y depresión. De igual manera, los boricuas han sabido usar todas las lecciones aprendidas durante esta terrible experiencia para optimizar su resistencia al cambio climático en su camino hacia la recuperación.
Una de las lecciones que están tratando de evidenciar y promover, es el vital rol que juega la infraestructura natural dentro de la resiliencia, de lo cual fueron testigos durante el huracán María.
Tras la catastrófica llegada del huracán, dos áreas en particular que experimentaron inundaciones severas fueron las cuencas del Río Grande de Manatí y Río Grande de Arecibo. Sin embargo, el impacto de estas extremas inundaciones en las comunidades aledañas fue mitigado gracias al humedal de Caño Tiburones, la cual absorbió una cantidad significativa de agua que se desbordó de las cuencas.
El humedal de Caño Tiburones, localizado en el Carso Norteño, es el humedal más grande de Puerto Rico. Hoy en día Caño Tiburones alberga más de 200 especies de pájaros y 26 familias de insectos, y ayuda con la absorción de flujos de aguas subterráneas y superficiales. De esta manera, el humedal contribuye a disminuir la intrusión de agua salada en los acuíferos de la zona. El humedal también es esencial para el bienestar de la pesca comercial en el área, ya que sirve de vivero para los peces que se capturan con fines comerciales.
Cabe destacar que contrario a lo dictado por el Acta 314 de 1998, tan sólo 2,805 hectáreas habían sido declaradas como reserva natural en la década de los 90. Sin embargo, el pasado mes de agosto un juez ordenó la protección de la totalidad de Caño Tiburones, gracias al arduo trabajo de un grupo de ciudadanos y representantes de la Sociedad Ornitológica Puertorriqueña, Inc. (SOPI), quienes presentaron una demanda en el 2015 subrayando el rol que el humedal juega durante los huracanes, y como este no sólo beneficia a la biodiversidad local, sino también a la resiliencia de las comunidades humanas locales.
En conclusión, si queremos minimizar las futuras amenazas por tormentas, debemos también disminuir la contaminación que está alimentando su creciente intensidad y reducir la emisión de gases de efecto invernadero. Una manera de lograr esta meta es exigir que todos los principales emisores paguen por tonelada de carbono emitido, lo que aceleraría el cambio hacia una economía más limpia que sea segura tanto para la vida silvestre como para las personas.
Asimismo, proteger y restaurar la infraestructura natural, como el humedal de Caño Tiburones, es esencial si queremos ser capaces de resistir los desastres naturales y los crecientes impactos del cambio climático. A lo largo de este último año, los puertorriqueños no sólo han demostrado su inmensa fortaleza frente a la adversidad, sino que también nos han enseñado que debemos perfeccionar nuestra resiliencia y estrategias de adaptación al cambio climático, si queremos prevenir catástrofes como el huracán María.